Cuando se habla de los filtros
solares usados en cosmética se suele hacer la distinción entre filtros físicos
y químicos, o filtros minerales y orgánicos, que es lo mismo. A menudo se
explica su funcionamiento como si los filtros físicos fuesen una suerte de
espejos que reflejan la radiación y como si los filtros químicos sufriesen
reacciones químicas en las que absorben radiación ultravioleta. Aunque esta
explicación resulta útil, también es inexacta. Los mecanismos por los cuales
estas sustancias actúan como filtros solares tienen su explicación en la
mecánica cuántica. Es una rama de la ciencia compleja, pero en este artículo
encontrarás una explicación tan rigurosa como divulgativa.
Además de la calidad de los filtros, el gran reto de la protección solar es llegar a fórmulas que sean ultraligeras, que se adhieran a la piel, que no se peguen a la arena, que no migren a los ojos, que no atraviesen la epidermis, que resistan el agua y el sudor. Conseguir esto fue durante muchos años todo un desafío para la cosmética. La razón es que estos productos son emulsiones, es decir, mezclas de fases que en principio son inmiscibles, lo que solía dar como resultado productos poco homogéneos e inestables que comprometían la eficacia de la protección solar. La ciencia de materiales, especialmente la que estudia los polímeros acrílicos, ha dado un vuelco a la formulación de estos cosméticos. La tecnología intelimer ha logrado que los filtros se distribuyan uniformemente en emulsiones ultrafinas y se adhieran como una segunda piel.
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