Llegó el verano y con él las ferias medievales. En estas ferias hay multitud de actividades como el teatro en el casco antiguo de las ciudades, la venta de productos artesanales: comestibles, decorativos, cosméticos, etc, y actuaciones en general que pretenden recrear el medievo, o simplemente hacer reír o dar un espectáculo de magia. La verdad es que yo soy fan de estas fiestas, y en mi ciudad siempre son geniales.
Pero ¿qué tienen que ver estas fiestas con la Ciencia? Pues que cada vez con más frecuencia en estas fiestas también se le da cabida a la venta de productos llamados «naturales» con multitud de propiedades terapéuticas, cada cual más singular y extravagante; desde inciensos que curan milagrosamente las migrañas hasta infusiones contra la impotencia, pasando por otras plantas cuyas propiedades son conocidas y asumidas por todos, como estimulantes, relajantes, diuréticos, etc.
En la mayoría de los casos todos estos productos naturales no sólo son ineficaces, sino que son totalmente inocuos. Evidentemente su demanda se basa en un acto de fe (o de efecto placebo causado por la ignorancia) o, mejor dicho: son un fraude. Ninguna de estas «marcas naturales» tienen que testar sus productos, pasar unos controles de calidad, realizar algún tipo de ensayo clínico que certifique las propiedades que anuncia. Toda la industria cosmética y farmacéutica está volcada en investigar sobre productos que palíen todo tipo de afecciones, pasando rigurosos controles de calidad, y ahora, con el nuevo reglamento de productos cosméticos, ni siquiera pueden dar por cierta una cualidad de un producto si esta no puede demostrarse científicamente.
Pero el problema que yo veo no es sólo éste, porque al fin y al cabo sólo se trataría de un tipo más de publicidad engañosa: la de «lo natural» elevado a la enésima potencia, la del medievo, ni más ni menos, donde no se preocupaban ni por las sales de aluminio, ni por los parabenos, ni por los aditivos, ni por toda esta química endemoniada que lo invade todo (nótese la ironía). El problema se da cuando se nos venden estos ungüentos milagrosos de hierbas mágicas cuando estas hierbas mágicas no son inocuas, sino que tienen efectos sobre nuestro metabolismo, buenos o malos, pero no inocuos, y por tanto han de ser tratados como cualquier otro fármaco, no a la ligera. De la misma manera que un médico o farmacéutico sabe qué medicamentos debemos consumir para tratar una afección, sabe los que no podríamos consumir, o las posibles interacciones de unos fármacos con otros. Por lo que cualquier hierba con propiedades farmacológicas ha de ser tratada como fármaco, y no debemos consumirla con ligereza porque tenga pinta de hierba o de ungüento de la abuela. Al fin y al cabo gran parte de los medicamentos que adquirimos en las farmacias provienen de hierbajos, por mucho que tengan forma de pastilla.
Hay que tener en cuenta que muchos de los medicamentos de uso común se extraen de las plantas o de los hongos, y no por ello los consumiríamos sin la supervisión de un médico o farmacéutico. Cito unos ejemplos:
- La famosa Aspirina (ácido acetilsalicílico), que es un anticoagulante, analgésico y antipirético, se extrae del la corteza del sauce.
- La penincilina, que es antibiótica se extrae de un hongo.
- La teofilina se extrae del té, y es estimulante, diurética y broncodilatadora.
- La codeína, que es un analgésico, se extrae de la adormidera.
- La atropina, que es un famoso anticolinérgico, se extrae de la belladona.
- El anticancerígeno colquicina se extrae del colquico.
- La diosgenina, un anticonceptivo femenino, se extrae del ñame silvestre.
- La quinina, un famoso antipalúdico, conocido por estar presente en la tónica, se extrae de la cincona.
Y podría seguir citando muchos más. Elchat Directorio de chats en español
Hay que tener en cuenta que para extraer el principio activo de estas plantas suelen hacer falta ciertos procesos físicos o químicos (que es de lo que se encargan los laboratorios de las farmacéuticas), y por tanto si consumiésemos estos vegetales sin procesar (como comprimidos, infusiones, etc.) podrían ser del todo ineficaces, puesto que para que algo sea efectivo en nuestro organismo ha de ser administrado en una matriz y dosis adecuadas.
Este mismo problema es el que se nos presenta cuando adquirimos una planta medicinal, que evidentemente contiene el principio activo en cuestión (a no ser que sea un engañabobos de sanación divina, que es lo más habitual) no podemos asegurar que la forma de administrarse vaya a ser efectiva, o vaya a producir los mismos efectos que el principio activo aislado. Y esto es lo problemático, que no contamos con estudios clínicos para la mayor parte de estos «medicamentos naturales», por lo que la dosis o la influencia de la matriz en el efecto del principio activo son una incógnita; no hay nada que lo certifique.
Además, si consumimos sustancias farmacológicas, sean «naturales» o sean producidas por una farmacéutica, sin la supervisión de un especialista correremos el riesgo de padecer interacciones indeseables. Os cito algunos ejemplos:
- Diente de león: si se estás tomando algún tipo de medicamento diurético esta planta puede potenciar su actividad.
- Ginseng: puede aumentar la presión arterial e incluso si se ingiere simultáneamente con el Cumadin (droga anticoagulante) pueden ocasionar episodios de sangrado.
- Regaliz: puede subir la presión arterial, anula el efecto de las espironolactonas, y deben tener cuidado con esta planta las personas con problemas renales.
- Valeriana: no debe ser utilizada al mismo tiempo con otro tipo de tranquilizantes pues se puede producir un exceso de sedación.
- Castaño de Indias: puede reducir la eficacia de antiácidos y antiulcerosos.
- La alfalfa y el harpagofito: pueden interferir con la terapia hipoglucemiante convencional.
- El Panax ginseng y el trébol rojo: contienen compuestos con actividad hormonal por lo que podrían interferir con tratamientos hormonales, incluyendo la terapia anticonceptiva, y también tienen efectos antagonistas sobre los depresores del sistema nervioso central.
Con todo esto mis recomendaciones, siempre desde el punto de vista de la Ciencia, las resumo en estos cuatro puntos:
1. Si tu médico o farmacéutico te ha recomendado un tratamiento, síguelo, y nunca lo abandones por lo que puedan venderte en una feria medieval. En estos casos el escepticismo puede ahorrarte disgustos (y dinero). Confía en la Ciencia, no en la magia.
2. Si sospechas de que alguno de los medicamentos o ungüentos «naturales» que consumes realmente tienen alguna actividad farmacológica, recuerda comentárselo a tu médico o farmacéutico, porque podrían interferir con tu tratamiento.
3. Si tu médico o farmacéutico te ha comentado que la psoriasis no tiene cura por el momento (por poner un ejemplo, en este caso no azaroso, pero eso os lo contaré en otro capítulo), no gastes ni tu tiempo ni tu dinero en algo que te asegure lo contrario. Las plantas mágicas sólo existen en los cuentos.
4. Si no exiges un control de calidad en los productos manufacturados que consumes, el responsable último de sus efectos eres tú.
Así que disfruta de la feria medieval de este verano, de sus bollos preñados, de su fantástica bisutería artesanal, del teatro en la calle y de los espectáculos de magia. Pero con la otra magia, la de las plantas milagrosas, mejor no te la juegues.
Consulte a su médico o farmacéutico, no al feriante
Llegó el verano y con él las ferias medievales. En estas ferias hay multitud de actividades como el teatro en el casco antiguo de las ciudades, la venta de
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