Mark Manders: la ciencia del Torso de arcilla sin cocer

 

 

 

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Pasear por un pedazo del estudio del artista es como pasear por un pedazo de su universo, donde las joyas y los desechos se entremezclan sin que el paseante sepa discernir cuál es cuál, donde el barro está todavía húmedo, donde el cemento ha comenzado a fraguar, donde las rebabas de bronce todavía están ancladas al cuerpo como pelos cobrizos indomables.

Así era el recibidor de la primera exposición de Mark Manders (Holanda, 1968) en España, Curculio Bassos, en el Centro Galego de Arte Contemporáneo situado en Santiago de Compostela. Este recibidor era un pedazo de universo envuelto en plásticos que evitaban que la pérdida de humedad progresiva vaya pervirtiendo las obras en proceso y los materiales. Había pedazos de barro sin cocer envueltos en plástico, todavía moldeables, herramientas calientes, apuntes, libros, tierra y arena, botes mal cerrados, urnas rotas anuladas o rescatadas, retazos de madera devueltos a la oportunidad de la vida, polvo de piedra que se queda anclado a la suela de los zapatos, lápices.

 

Lo cotidiano del artista son todos estos objetos corrompidos. El artista es el artesano, el que se mancha las manos de arcilla.

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Los procesos escultóricos son muy variados, existen infinidad de técnicas y materiales, todos ellos sujetos a la experiencia, conocimiento e intuición del artista. Es por esto por lo que el arte también está ligado a la ciencia, porque la representación plástica depende de si algo es técnicamente ejecutable o no, incluso de la propia lectura íntima de los materiales escogidos, donde la química es el artista recóndito, el arquitecto dionisíaco que ofrece colores, texturas y masas con las que erigir monumentos emocionantes, con los que trascender la materia a través de la materia misma. La expresión de las inquietudes del hombre está sujeta a la materia que las alberga y a ese don concatenado y chispeante que nos balancea.

La ciencia del arte avanza a medida que el artista lo necesita, convirtiéndose en científico, en alquimista, o explorando, de la mano del científico, las oportunidades que el universo ya ha puesto a su alcance. Así se ha ido escribiendo la Historia del arte, con sus empujones y sus tiempos de reposo. Echando la vista atrás, esta travesía conjunta parece evidente: la Edad de piedra, la Edad de bronce… hasta los pigmentos propios del Renacimiento están ligados a la historia de la ciencia, hasta tal punto que el arte es capaz de hablar de sí mismo, de hacer una retrospectiva, de fijar una patria en su tiempo a través de los materiales y las técnicas. Una obra de arte puede albergar en su ficha técnica toda la Historia del arte. Éste es el caso de la obra de Mark Manders.

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En toda esta exposición hay una obra en concreto que despertó mi curiosidad. En apariencia es una obra inacabada, una prolongación del estudio. Se trata de un torso de apariencia arcillosa, que sólo ha sido parcialmente modelado, brillante como si la arcilla todavía estuviese húmeda, reposando sobre un trozo de madera que indica que efectivamente es una obra en construcción, que se ha dejado secar al aire.

 

Las piezas de arcilla se moldean mientras están húmedas, a continuación se dejan secar, o bien al aire o bien expuestas a corrientes de gas templado, y por último se cuecen. El aspecto de esta obra nos hace creer que fue abandonada antes de terminar el modelado y que empezó a secarse, libre de los plásticos que impedirían su endurecimiento.

Las arcillas plásticas, las que pueden moldearse, están formadas por una mezcla íntima de partículas de arcilla finamente divididas y agua. El agua se presenta formando parte de la arcilla (barro) de tres maneras: intersticial, higroscópica y cristalográfica. El agua intersticial es la que se añade a la arcilla para formar el barro, es la que dota de plasticidad al material. Cuando se moldea, las partículas arcillosas están separadas por películas de agua intersticial de tal modo que pueden deslizarse unas sobre otras. Cuando el agua se elimina por evaporación, las partículas de arcilla se aproximan al hacerse más delgadas las películas de agua, con lo que la pieza se contrae, pierde el volumen que antes ocupaba el agua, hasta que las partículas de arcilla antes separadas llegan a ponerse en contacto unas con otras. En el proceso de secado también se pierde parcialmente el agua higroscópica, que es el agua que está ligada a las partículas minerales por fuerzas eléctricas, propias del dipolo del agua, así como de las cargas naturales de los cristales que forman la arcilla. Además de la pérdida en volumen y masa, también la pieza va adquiriendo un color más claro, cierta rigidez y resistencia mecánica, lo que puede derivar en aparición de grietas y deformaciones, tal y como observamos en la obra de Manders. El agua cristalográfica es la que se encuentra unida químicamente a los cristales de los minerales que forman la arcilla de forma natural. Esta agua sólo puede eliminarse durante la primera fase de la cocción. Durante la cocción ocurren los cambios físicos y químicos que confieren estabilidad a la pieza, como son la volatilización de compuestos orgánicos, descarbonatación, transformación de fases cristalinas y disociación de sales.

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En la ficha técnica encontramos la información imprescindible de la obra de arte: materiales, técnica, título, año de finalización, etc. El artista decide qué información mostrar en la ficha técnica y, en esa decisión deliberada se encuentra parte de la carga interpretativa de la obra.

La obra se titula Unfired Clay Torso, torso de arcilla sin cocer, una descripción de lo que aparenta ser. En cambio, en la lista de materiales encontramos algo revelador, algo que nos señala que esta escultura es todavía más de lo que aparenta, que en su composición carga con todo el peso del tiempo, con toda la Historia de la escultura: bronce pintado y madera.

El bronce fue la primera aleación fabricada voluntariamente por el ser humano: se realiza mezclando el mineral de cobre (calcopirita, malaquita, etc.) y el de estaño (casiterita) en un horno alimentado con carbón vegetal. El resultante de la combustión del carbón, que se oxida formando dióxido de carbono, produce la consecuente reducción los minerales de cobre y estaño a metales. El cobre y el estaño se alean, se mezclan, entre un 5 y un 10% en peso de estaño.

 

El bronce es un material escultórico noble, que por su alto contenido en cobre es un material valioso y que dota de valor.

Para crear una escultura de bronce primero se modela el boceto previo en un material de gran plasticidad y fácil manejo, como por ejemplo arcilla (barro) que, una vez cocida, se utiliza como positivo para después crear un molde y fabricar la escultura de bronce por fundición. La fundición consiste en derretir la aleación y verterla en el molde para que tome forma. Una técnica específica del bronce es la de la cera perdida, con la cual, a partir de un modelo en arcilla, se saca un molde de escayola; éste se recubre interiormente de cera y se rellena de material no fusible —generalmente arena— llamado alma. Tras separarse el molde, se retoca la superficie con cera y se recubre otra vez con una capa de escayola. Cuando ésta se endurece se le hacen agujeros por arriba y por abajo. Por arriba se le echa el bronce fundido, que deshace la cera y la hace desaparecer por los agujeros de abajo. Cuando el metal se solidifica, se rompe el molde de escayola y se obtiene la figura deseada, a la que se extrae el alma de arena.

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El torso de arcilla sin cocer está hecho de bronce, pero su aspecto nos obliga a pensar que todavía no ha pasado por el proceso de vaciado, que se encuentra en un estado primitivo, aparentemente inacabado, pues le faltan los brazos, parte de la cabeza… Pero eso también nos sugiere que quizá esta obra ha retrocedido en el tiempo, que un día pudo ser una figura completa y que ha emprendido el camino de vuelta hacia la nada, hacia lo que fue cuando todavía no era ni la idea que pretendía ser forma.

Manders ha conseguido representar de forma simple toda la complejidad de la Historia de la escultura: la íntima relación del artista con la técnica, la ciencia que la posibilita, los rituales y, sobre todo, la trascendencia y la carga interpretativa de los materiales con respecto a su circunstancia, todas las etapas del proceso escultórico en una obra acabada que aparenta todavía virgen y cambiante. Es una escultura imperativa, que arrastra su tiempo remoto y nos sugiere su tiempo futuro.

Todo está medido, como en una poesía concreta, donde cada palabra tiene su tiempo y su lugar preciso. Desde que nos acercamos y rodeamos lo que aparenta ser una escultura de arcilla secándose sobre madera, estriándose, abandonada a su suerte en el taller. Hasta que leemos su ficha técnica, y ese torso blando, húmedo, inacabado se nos revela duro, incorruptible, perenne, valioso. Recurre a la expectativa, pues nada es lo que parece de inicio y todo requiere una lectura detenida. Esta escultura reposa sobre todo su tiempo pretérito y se prolonga más allá de su contemporaneidad.  Es Historia del arte.

 

Si quieres leer más artículos sobre ‘la ciencia del arte’ visita el archivo de la web.

Fuentes

Mark Manders in an interview with Nickel van Duijvenboden, Reference Book, Roma Publications, 2012.

Impressions from TEFAF 2015. Thierry Somers. 200 percent, 2015. Artículos de danza y ballet

Mark Manders: Curculio Bassos. Javier Hontoria. Ed. Xunta de Galicia, 2014.

MarkManders.org

Historia, conceptos y técnicas de la escultura. Lorena Suárez Pinto. Ed. Santillana, 2014.

Tecnología de cementos, vidrio y cerámicas. Secado y cocción de arcillas. D. Francisco Blanco Álvarez. Ingeniería de Minas. Universidad de Oviedo, 2005.

Imágenes tomadas en Zeno X Gallery (Bélgica) y CGAC (Santiago de Compostela).

    Mark Manders: la ciencia del Torso de arcilla sin cocer

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