El polideportivo Alhóndiga, obra del icono de la arquitectura del siglo XX, Miguel Fisac, luce ahora un enorme mural de colorines con la palabra ‘Empatía’, sobre sus fachadas de hormigón.
Fue realizado por el colectivo Boa Mistura en el marco de un festival de arte urbano coordinado por Cultura Inquieta para el que el Ayuntamiento de Getafe (Madrid) cedió este edificio como un lienzo en blanco. Han destrozado una obra de Fisac cubriéndola con pintura acrílica.
La pátina de tiempo que lucía el hormigón es irrecuperable, digan lo que digan. Es un atentado contra el patrimonio cultural español que cuenta con el beneplácito de las instituciones. La alcaldía, el comisariado y los artistas tienen su parte de responsabilidad.

Las fachadas de la obra eran de un tipo de hormigón desarrollado por Fisac –el hormigón flexible– con el que lograba ese acabado acolchado y brillante.
No se ha respetado ni la arquitectura, ni el hormigón, ni la pátina del tiempo. Así se destruye la cultura.
ï¸Mi sección en «La radio tiene ojos» de Radio Nacional del 10 de octubre de 2020 es mi particular homenaje al hormigón de Fisac, que tiene tanto de química y de ingeniería como de arte y arquitectura.
Un alegato contra la sobrestimulación colorista y contra la frivolidad. Un alegato en favor de la sensibilidad, la ilustración, y la defensa del patrimonio.
A continuación, la trascripción de mi intervención en «La radio tiene ojos»:
«Los tres factores: lo útil, lo técnicamente posible y lo bello, tienen una jerarquía, sobre todo una jerarquía de creación. No puede adelantarse una cosa a la otra. En el momento en que la estética se adelanta a la técnica, lo hecho será una escultura a la que se obliga a servir como arquitectura».
Miguel Fisac es el arquitecto del hormigón, el de las vigas como huesos y los encofrados como colchonetas. Una de las características más peculiares del hormigón es que es un material que llega a la obra en estado líquido y que después se solidifica. Fisac comprendió que posiblemente la más genuina expresividad plástica del hormigón pudiera ser esta: la de recordar -como huella genética- que había sido un material blando vertido en un molde.
Los materiales de una obra arquitectónica vienen determinados por las tensiones que van a padecer, que no son las mismas para las piezas verticales que para las horizontales. La fuerza de la gravedad somete a las piezas verticales a la compresión, al aplastamiento. La naturaleza química de los materiales pétreos les permite absorber esas tensiones. Sin embargo, las piezas horizontales, apoyadas sobre las verticales, sufren un esfuerzo de flexión: zonas que se comprimen y zonas que se estiran, se traccionan. Los materiales pétreos difícilmente van a resistir ese tipo de tensiones. Por eso hay vigas de madera, y formas como los arcos y las bóvedas que resuelven las limitaciones del material con argucias de la ingeniería. Todo se resume en fuerzas resultantes.
Los materiales pétreos son varios órdenes de magnitud más resistentes a las fuerzas de compresión que a las de tracción. En el Renacimiento les pusimos a las piedras tirantes de hierro. En el siglo XIX inventamos el hormigón armado, la piedra sintética con columnas vertebrales de metal. En el siglo XX inventamos el hormigón pretensado. Utilizamos cuerdas hechas de cables de acero que mantenemos en tensión mientras el hormigón fragua a su alrededor. Así se logra aumentar la resistencia del hormigón a las fuerzas de tracción. Gracias al hormigón pretensado Fisac pudo crear sus vigas como huesos. Unas piezas aligeradas huecas de hormigón inspiradas en las estructuras óseas de los animales vertebrados y que se han dado a conocer con el nombre de huesos. Fisac utilizó sus huesos generalmente para las cubiertas. Lo primero que llama la atención es su liviandad. Liviandad tiene la misma raíz etimológica que levitar. Así le da la vuelta al conflicto. Resuelve el problema de las fuerzas gravitatorias, del peso, con una solución liviana. Así los huesos sirven como base resistente, como sistema de evacuación de aguas y como entradas de luz natural.
Las últimas obras de Fisac tienen una epidermis de hormigón blando. El hormigón se solidifica, fragua, dentro de un molde denominado encofrado. Generalmente el hormigón cara vista acostumbra a revelar la textura leñosa del encofrado de madera. Se utiliza madera porque es un material con cierta elasticidad, fácil de modelar y es higroscópico, capaz de retener la humedad del fraguado del hormigón sin alabearse. Pero para Fisac, darle al hormigón esa piel de carpintería era como serle infiel al material, así que se puso a buscar una forma de expresar su verdadera naturaleza, como algo inherente a su propia cualidad blanda y flexible. El hormigón llegó a la obra como una pasta y debe solidificar en formas que redunden en su naturaleza. Así fue como inventó el hormigón flexible.
Fisac desarrolló un total de cuatro patentes relacionadas con el vertido in-situ del hormigón para paneles, comenzando por el «Sistema de encofrados flexibles para hormigón de cerramiento» de 1970, hasta su «Procedimiento de construcción de viviendas y similares» del año 2000. Consiguió un acabado acolchado y brillante gracias a sumarle al encofrado una lámina de plástico, exactamente una tela flexible de polietileno de espesor galga 800, similar a la que se usa en la cubierta de los invernaderos. La flexibilidad de este material permite que el hormigón pueda adoptar formas redondeadas y abombadas. La semi-transparencia del polietileno permite observar las posibles burbujas de aire que se van formando en el hormigón a medida que fragua, permitiendo su eliminación mediante vibración manual. Así, una vez retirado el encofrado de plástico, el hormigón queda brillante y redondito, como si siempre estuviese fresco. Aunque, según como le dé la luz, puede parecer tan voluptuoso y rígido como el mármol.
Sabemos hacer piedra. Es algo sublime. El hormigón es la piedra que se adapta a nuestra escala temporal. Es el resultado de todo el conocimiento acumulado en química, ciencia de materiales, ingeniería… Fisac le dio la forma y la pátina. Porque el hormigón envejece, como cualquier otra piedra. Adquiere una pátina de tiempo, y al tiempo se le respeta. Igual que se respeta el arte, la arquitectura y la poética del material.
La belleza del hormigón la destruye la incultura. La pintura acrílica y el aerosol que solo pueden eliminarse con chorros de agua a presión que se lleven por delante la pátina. Por eso el hormigón de Fisac no se pinta. La sobreestimulación colorista sobra; nos maltrata la mirada y la insensibiliza hacia lo sutil. Lo bello no es lo contrario de lo feo, sino de lo falso. Fisac fue honesto con el material. Ahora no hay forma de revertir la falta de empatía acrílica. El hormigón acolchado y brillante de Fisac forma parte de nuestra patria cultural. Tan blanda a veces, tan a medio fraguar.
El hormigón de Fisac no se pinta
El polideportivo Alhóndiga, obra del icono de la arquitectura del siglo XX, Miguel Fisac, luce ahora un enorme mural de colorines con la palabra ‘Empat
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2020-03-26
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